domingo, 12 de septiembre de 2010

UNA MIRADA POSIBLE SOBRE LA ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO (AUH) DESDE LA PERSPECTIVA DE LA SEGURIDAD HUMANA (SH) - Por Ariel Torti

El reverso de la caridad “Uno con esa plata sabe que todos los meses le compra lo que necesita a los chicos”.
Vanesa, mamá de 4 hijos
(comentario realizado al noticiero Panorama de Canal 2 -de Bell Ville-
en la edición del 13 de agosto de 2010)

* Por Ariel Torti - "Hay algo que sigo haciendo exactamente igual que a mis 10 años. Mientras con mis hijos dibujo, advierto que conservo los mismos trazos que cuando era niño. Sin perfeccionamiento alguno, mis líneas me lo revelan, regresándome a mi favorecida infancia. Favorecida como sinónimo de acceso a todos los derechos; palabra integral y universal que demanda la intervención de un actor central: el Estado.
Junto a la educación y la salud pública, mi desarrollo físico emocional estuvo asegurado, entre otras cosas, por las asignaciones familiares que, como ahora, quienes trabajan en relación de dependencia reciben a través de las organizaciones privadas o públicas con las cuales están vinculadas laboralmente. Claro, mis viejos siempre tuvieron trabajo, y mi trayecto por la escuela pública estuvo acompañado por ese conjunto de acciones preventivas que en materia de salud me aseguraron un crecimiento saludable. La socialización básica, y las oportunidades de recreación y juego fueron momentos tan intensos y sustanciales como la posibilidad de acceder a los bienes culturales que ofrecía aquel Bell Ville de principio de los 80. Crecí repleto de seguridades. Esto me permite recordar con alegría aquel tiempo, y de paso, constatar que en los dibujos de hoy se traslucen las seguridades de ayer.
En general, quienes se han expresado en contra de la Asignación Universal por Hijo como política de distribución del ingreso -programa social apoyado por Cáritas y la CTA entre otros-, son jóvenes o adultos que en sus infancias fueron abrazados por políticas públicas y oportunidades familiares similares a las mías. Cabe entonces visualizar una cuestión delicada: quienes manifiestan desprecio y prejuicio para con la AUH son ciudadanos que no terminan de imaginar lo que es una heladera sin leche, un pibe sin zapatillas o una canopla sin lápices. En general no pueden -o no quieren- hacer el esfuerzo genuino de ubicarse en la piel de “esos otros” en situación de pobreza. “Empatizar”, es decir hacer ese desafiante ejercicio de “ponerse en el lugar del otro”, sobre todo ahí donde la penuria acecha, es una composición social y política que no cotiza en el mundo del individualismo capitalista. ¿Será por eso que irrita el protagonismo del Estado en el juego económico a través de una política (casi) universal, distributiva y no clientelar para la infancia más empobrecida?
¿Qué autoridad moral me otorga mi historia personal para menospreciar la AUH cuando en mi casa siempre tuve una taza de leche, zapatillas a elección y mi canopla me acompañó infaliblemente colmada de Faber-Castell de todos los colores? Giorgio Agamben sostiene que “la experiencia no tiene su correlato necesario en el conocimiento, sino en la autoridad, es decir, en la palabra y el relato”. Desde esta definición me ubico, para mirarme y mirar, y así, inevitablemente reprobar -como lo hicieron algunos de sus propios correligionarios, entre ellos Ricardo Alfonsín quizás recordando el programa PAN impulsado por su padre- aquella teoría del Senador Ernesto Sanz: “la AUH se va por la canaleta del juego y la droga” .
¿Qué “formateada” mental necesitamos para creerle a Vanesa? Notorio es que en general los medios -en especial las encadenadas corporaciones nacionales- viven equiparando y estigmatizando intencionadamente a los sectores empobrecidos con el delito, lo sucio, lo irresponsable. Seguro esto sesga la mirada de las mayorías, condicionándolas de manera sistemática a una permanente ratificación mediático hogareña de la máxima: si es pobre; seguro es negro, vago y amigo de lo ajeno. Aquellos medios que no lo hacen deliberadamente legitiman, quizás “sin querer queriendo”, esta avalancha anti popular destinando cientos de minutos y/o centímetros a la crónica policial sobre sucesos que tienen como protagonistas -siempre- a los más débiles. En palabras de Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje” (“sólo cabe desconectar la electricidad si queremos recuperar el espíritu de antaño”).
“El poder empieza por la conquista de la subjetividad”, sintetiza José Pablo Feinmann. Por eso es que no hay familia ni escuela que pueda “competirle” a los medios masivos en su poder de construcción de la subjetividad de la infancia. Emilio Tenti Fanfani sostiene que al sistema capitalista ya no le hace falta la escuela para asegurar la transmisión del orden hegemónico. Y Eduardo Bustelo en su libro “El recreo de la Infancia” afirma: “sólo cuando el niño se hace “delincuente”, se convierte en un problema o preocupación pública”.
Bajo esquemas similares al Plan Bolsa Familia de Brasil y al Plan Oportunidades de México, la AUH restituye un derecho y estimula el ejercicio de otros . Da la impresión de que eso nos molesta. Somos una sociedad que en general niega derechos, pero después realiza actos caritativos desde lo individual-familiar, sólo filantropía desde lo empresarial o mediáticos subsidios discrecionales desde lo Estatal. Alcanza con ver la diversidad de campañas que desde lo paliativo y reactivo mitigan alguna necesidad al mismo tiempo en que refuerzan el statu quo (hacer para que nada cambie). Lo asistencial tiene hoy en un extremo a Tinelli y la Mole Moli jugando con las expectativas de la perseverante Teresa Lazo y su centenar de pibes, y en el otro, a buena parte de nosotros guardando la tapita de Coca del domingo para que en ese viaje con destino de reciclaje se ¿financie? al reconocido hospital público de pediatría Juan P. Garrahan. No se trata de molestarnos por nuestra (in)consciente funcionalidad con el statu quo, sino simplemente de animarnos a pensar las causas generadoras de la exclusión. En línea con esto, no es argumento para subestimar la AUH el reconocer que una de las cuestiones de fondo tiene que ver con potenciar todas las políticas de generación de empleo y promoción del trabajo (incluido el blanqueo de tantos trabajadores en negro!). Lógico, aunque estudiosos del desarrollo señalan que el mercado de trabajo no alcanza para resolver los problemas sociales. La AUH alivia esos aprietos familiares habilitando un puñado de billetes con destino definido. Poner en duda su correcta aplicación por ser sectores populares los que administran ese recurso, es tan violento como sostener: “pobres hubo siempre”. ¿Vanesa compartirá esa apreciación hecha por quienes ya zafamos -azarosamente- de las garras de la indignidad?
Quienes no estamos excluidos tenemos ese problema con quienes sí lo están. “Hacer que alguien venga al estado de pobreza” (definición de empobrecimiento) no es lo mismo que creer únicamente que existen “necesitados que no tienen lo necesario para vivir” (definición de pobre). Reconocer que el orden social no es natural, y que somos precisamente los humanos quienes lo creamos, nos corre de la idea religiosa de “destino”. ¿Quién quiere decirle a Vanesa que su situación de vulnerabilidad socioeconómica es el destino que le tocó en suerte? Es decir que hay una “fuerza desconocida que está obrando sobre ella” y con la cual nada se puede hacer. Sostener la idea de destino es una forma de validar la pobreza para así auto delegarnos -los sectores medios y altos- la celestial acción caritativa. Acción que además de ser espasmódica, justifica la desigualdad.
Si asumimos y profundizamos la noción de que hay un sistema de relaciones de poder que empobrece, es el Estado quien desde las políticas públicas debe promover en toda la ciudadanía la posibilidad de “liberarse de cualquier clase de subordinación o dependencia”.
Convertir la AUH en ley es una batalla política . Celebrarla, defenderla y pretenderla irreversible, un desafío cultural de aceptación -más que de comprensión- enorme. En especial para aquellos que cuando dibujamos, recordamos que nuestra infancia estuvo colmada de coloridas oportunidades".

REFERENCIAS: "La Asignación Universal a la Niñez ayudó mucho a luchar contra la deserción escolar, porque, si el chico no va a la escuela, no cobran la asignación. Además, los padres mandan a sus hijos a la escuela porque ellos mismos quieren darles dignidad". Gabriel Castelli, Director General de Caritas Argentina. “El Comité celebra el sostenido aumento, desde 2002, de la inversión social. Celebra en particular la introducción, en 2009, de la Asignación Universal por Hijo para Protección Social, que es de 180 pesos argentinos (unos 48 dólares de los Estados Unidos) por mes. Referencia hecha por el Comité de Seguimiento a la Convención de los Derechos del Niño de Naciones Unidas en el 54º período de sesiones (25 de mayo al 11 de junio de 2010) al celebrar en materia de asignación de recursos la implementación de la AUH en Argentina. Puede bajarse el documento completo desde www.infopaci.com.ar