Visitando la bodega, donde antaño comenzaron a elaborar los vnos caroyenses, además de salames y otras exquisiteces.
Nos encontramos con varios elementos utilizados por los pioneros de esta bodega. Quizás, una de las más importantes de “La Colonia”, si bien hay muchas por destacar.
Cuando los racimos se hacen vino Hay lugares en los que cada estación pinta postales únicas e irrepetibles en el resto del año que invitan a redescubrirlos. - Es el caso de Colonia Caroya, de la cultura de aquellos gringos friulanos que pisaron estas tierras a fines del siglo XIX. Colonia Caroya - Por las bodegas. Sólo 48 kilómetros separan la ciudad capital de Colonia Caroya, hacia el norte, por la ruta nacional 9. Cuando llega febrero, el lugar pinta sus trazos más vivos en los viñedos y anuncia cada año, en esta tierra de pioneros italianos, la
ritual tarea de la vendimia. Así, familias enteras se convocan en las primeras horas de la mañana para juntar las uvas que por la tarde, cual desfile
perfumado de tractores y carros repletos de cajones, las llevarán hasta las bodegas para poner en marcha la tradicional costumbre de hacer el vino.
Y quizá, ante los ojos de algún curioso y entre los rincones de la bodega, se puede descubrir la imagen silenciosa de un obrero juntando el orujo para hacer la grapa.
Esa labor anónima, que cumple su fin cuando el vino llega a alguna copa, se puede descubrir en un paseo interesante estos días por la Colonia.
Vale destacar que la actividad vitivinícola en la zona data de aquellos primeros años de la llegada de los conquistadores españoles. Allá, por el siglo XVII, los jesuitas elaboraban en la bodega de la Estancia Jesús María, el "lagrimilla de oro" vino americano servido en la mesa de los Reyes de España.
Sumadas al Camino del Vino, que ofrece Córdoba como una de las nuevas propuestas a los viajeros que la visitan, los establecimientos de Colonia Caroya se abren con esta fascinante invitación.
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